Comienza el mes de septiembre, la vuelta de las vacaciones siempre es dura, así que nada mejor que un fin de semana pajarero con las chicas de “El bosque animado” para olvidarse de la rutina. Dejamos Córdoba con el cielo gris, y de camino nos comimos algún que otro chaparrón, parecía que nos esperaba un fin de semana de viento, lluvia y más viento… Sin embargo, y como manda la tradición en cada una de las actividades o viajes de “El bosque animado”, cuando parece que todo está perdido resulta que el cielo se abre, las nubes se alejan, y ante nosotras sólo hay sol, mar, y ese olor tan característico a humedad que te indica que ya estás llegando a la playa. El horizonte se arruga y las montañas de Marruecos se elevan sobre la costa, tan nítidas en los días despejados que parece que con alargar la mano se pueden tocar, allí está África, donde se dirigen miles de aves en un viaje tan largo que muchas veces les cuesta la vida, y desde los observatorios te sientes como en una especie de teatro, viendo desfilar ante tus ojos bandadas de abejeros, milanos, cigüeñas… Tarifa, sin duda, tiene “algo”, o al menos yo recuerdo de forma especial cada una de mis visitas a este lugar. Esta vez no podía ser menos: buen tiempo, reencuentro con los amigos, playa, hospedaje cinco estrellas y, sobre todo, muchas horas de prismáticos para no perderse nada de lo que se cuece en el aire.
Nos dimos un paseíto por La Janda para encontrarnos con el águila pescadora, los moritos y los elanios, amanecimos en los Lances espiando a los limícolas, y a pocos metros de una carroña rodeada de buitres nos dejamos los ojos intentando diferenciar al de Rupell (algunos lo consiguieron, yo confieso que en cuanto el animalito en cuestión cambiaba de sitio me era imposible volver a reconocerlo…).
Buscamos el rayo verde, ese que al parecer se ve justo antes de que el sol desaparezca en el horizonte, y para ello trepamos todo lo que nos permitieron las chancletas, y las zarzas, y las rocas… el rayo no lo vimos, pero las vistas de Bolonia y del mar merecieron la pena, y al bajar el saco de molletes de Silvia y una charla nocturna en Cigüeña Negra nos estaban esperando como recompensa.
También tuvimos tiempo de bañarnos en la playa, de tomar cervecitas, de pasear por el pueblo, de comer pescaíto… ¿tantas cosas en un fin de semana? Pues sí, y por si fuera poco aún nos quedaron ganas de parar, ya camino de Córdoba, en la laguna de Medina Sidonia, donde pudimos ver malvasías y otros muchos patos que paraban por allí. Atrás quedaron las aves que aún siguen cruzando el Estrecho, y mientras tanto nosotras ya vamos pensando en cual será el siguiente destino… así que, ya sabéis: ¡¡¡nos vemos en la próxima!!! (Vico)