Es muy frecuente leer
que el origen del nombre, tanto vernáculo como científico, del galápago
leproso (Mauremys leprosa)
proviene del aspecto poco lucido de su
caparazón, dondé supuestamente pueden desconcharse las escamas por la presencia
de algas. Esta explicación es tan frecuente que es raro leer otra propuesta y
parece ser aceptada unánimemente. No tenía ninguna razón de dudar de ello hasta
que
hace relativamente poco
tiempo, empecé con un trabajo de campo en los ríos y embalses del Guadalquivir,
casualmente un bastión para esta especie.

Tras examinar varios
cientos de ejemplares, no he podido observar los famosos desconchos, ni tampoco
las famosas algas; eso sí, estos animales pueden oler muy mal y pueden vivir en
lugares con mala calidad de agua. Por ello empecé a tener algunas dudas. Es
verdad que se cita en la literatua científica la presencia de algas como las
diatomeas sobre caparazones de gálapagos, pero estas algas son microscópicas y
crecen sobre cualquier substrato inmerso en el agua; a este respeto, los
galápagos no difieren de cualquier piedra o guijarro. Por otro parte, no se
cita la presencia de algas filamentosas macroscópicas. Y también cabría
preguntarse en qué aspectos, el caparazón de esta especie
, difiere de los demás galapagos.

Encontré la solución
en el precioso libro de Lescure y Le Garff «L’étymologie des noms
d’amphibiens et de reptiles»
. Estos autores apuntan que el zoologo
Scheigger, el descriptor de la especie en 1812, utilizó el nombre creado por
otro naturalista, Schoepff, quien se refería a la presencia de numerosos
tubérculos dispuestos en manchas sobre las escamas del disco dorsal, éstos
serían análogos a los nódulos provocados en la piel humana por la enfermedad de
la lepra.

Por un lado es una
suerte que se nos escape el concepto de las manchas leprosas ya que en nuestro
mundo hacemucho que sufrimos de esta enfermedad; por otro lado es imporante

recordar que esta
infección discapacita aún a más de dos millione de personas en el Planeta,
existiendo medicaciones para tratarla.

(Florent Prunier)