A lo largo del
Guadalquivir, no es raro observar marcas características como pueden ser
escarbarduras en el suelo, pequeñas heces sueltas o grandes cagarruteros. Son
los rastros típicos de conejo (Oryctolagus cuniculus), que sirven
para marcar el territorio. De vez en cuando, se les observa corriendo hacía un
refugio próximo, o tranquilos comiendo hierba.

Se trata de una especie muy importante en el panorama mediterráneo, tanto por
ser presa de un gran número de mamíferos y aves amenazadas como por participar
en el modelado de la vegetación y de los ecosistemas terrestres. Incluso
especies de insectos -no parasitas- ocupan sus madrigueras para vivir
(coleópteros). Se trata por lo tanto de uno de los mayores protagonistas de la
biodiverisdad ibérica. Además, tiene un aspecto y comportamientos muy
atractivos que lo convierten en una figura simpática del campo y del monte
mediterráneo.

Como bien es sabido, sus poblaciones han disminuido considerablemente en las
últimas décadas hasta el punto de haber desaparecido en algunas grandes áreas
de Sierra Morena. El estudio y la recuperación de las poblaciones de conejos
es, en la actualidad, uno de los mayores retos para los conservacionistas,
cazadores y el mundo rural en general. Ha sido una pequeña sorpresa descubrir
que la ciudad podía albergar una población viable de conejos. No esperábamos
constatar su presencia continua en un hábitat urbano y ribereño. Observaciones
posteriores a lo largo del Guadalquivir en las provincias de Jaén y de Córdoba
han confirmado que no era un hecho aislado, y que la estructura de la ribera
del Guadalquivir constituye un buen refugio para los conejos.

Sabido lo anterior, y habiendo detectado la presencia regular de conejos a lo
largo del Guadalquivir, nos ha parecido interesante establecer un seguimiento
de su población mediante el conteo de los cagarruteros. El objetivo del estudio
es observar la evolución de la población presente en el entorno fluvial de la
ciudad e identificar los factores que influyen localmente sobre su distribución.
Asimismo estos datos sobre una población concreta podrán servir a otros
investigadores y gestores para incorporarlos en estudios de dinámica de la
especie a escala más amplia como la regional o la nacional. Otro aspecto
interesante es verificar la calidad del río como corredor ecológico: la
presencia de una especie terrestre que requiere un mosaico de hábitats para
sobrevivir, es una buena noticia.

El resultado obtenido hasta ahora es un índice de presencia (número de
cagarruteros en 500
metros
de ribera) proporcional a la densidad de conejos
en el área. No se conoce la relación entre el índice y la densidad de conejos
en el hábitat de estudio (además esta relación no es probablemente lineal). Por
lo tanto, el índice no pretende ser más que una medición de la intensidad de la
actividad de marcaje por parte de los lagomorfos. Figura: Resultado del
seguimiento de conejo en el año 2008 (se han descartado los tramos considerados
como desfavorables para la especie.)El año 2008 marcó el inicio de los
muestreos, con dos campañas, una de primavera y otra de otoño. El índice
resultó ser estable entre ambas estaciones. Observamos grandes diferencias
entre los tramos estudiados. Ya podemos adelantar que no existe correlación
entre el índice y la distancia al centro de la ciudad (i.e. el Puente Romano);
dicho de otro modo, se observaron numerosos rastros en pleno centro urbano
cuando las condiciones fueron adecuadas. Otro resultado curioso, constatamos
que a lo largo de los caminos de tierra de una anchura media de 2-3 metros, que nos sirven
para delimitar los transectos y a los conejos como sitios ideales de marcaje,
estos eligen con preferencia para sus marcajes la parte próxima al bosque de
ribera, donde encuentran refugio.
Desde nuestra asociación, además de proporcionar datos sobre la población de
conejos de la ciudad, queremos difundir el interés sobre esta especie tan
interesante y atractiva.

Silvia Saldaña