




También disfrutamos de un nido de cernícalo común que había allí cercano, cuyo macho salió volando al detectar nuestra presencia, y una vez que anocheció seguimos con nuestra ruta habitual por el carril de tierra dirección Jardín Botánico. Durante el recorrido escuchamos cárabo y mochuelo, aunque lejanos y con dificultad por la contaminación acústica del tráfico que circulaba por el puente de Abbas ibn Firnás. En la siguiente parada, jardines del paseo de la ribera a la altura del Alcazar, se detectó un mochuelo. Y ya de ahí fuimos a poner punto y final a nuestra ruta en el mesón Los Mochuelos, con la cata de los «mochuelitos» acompañados de un buen vino.

Nos vemos en la próxima ¡¡¡