La salida de febrero versaba sobre arbustos y árboles del bosque mediterráneo. Fue un exíto rotundo en cuanto a botánica y además nos vimos inmersos en aventuras variopintas incluyendo una aproximación a una cueva, la visita de un huerto ecológico y la exploración de un rincón 100% natural colindante a las urbanizaciones de la ciudad. Damos paso a las plantas.

 El itinerario se inició poco después de las 10 de la mañana, justo en el punto de arranque del sendero municipal “SL-A93 Las Ermitas”, señalizado con un panel informativo, que discurre por un camino de tierra paralelo a los terrenos del actual Parador Nacional de la Arruzafa, donde siglos atrás el emir omeya Abderramán I (siglo VIII) estableció una residencia en la finca de recreo o almunia denominada “Al Rusafa”, que contaba con la existencia de un magnífico jardín botánico, según relata el historiador del siglo XI Ibn Sa´id. Junto a los muros que bordean el sendero pudimos observar varias especies de árboles ornamentales (palmeras, cipreses, cedros, aligustres, etc.) así como comunidades herbáceas nitrófilas típicas de muros y
paredones, como es el caso de los herbazales dominados por la parietaria
(Parietaria judaica), acompañados del amor del hortelano (Galium
aparine
) y de fumarias (Fumaria capreolata).

Al inicio del camino, observamos una comunidad de plantas asociadas a viejos muros.

Quizás el hecho más destacable de esta parte de recorrido es la abundancia de dos especies de plantas invasoras, que aquí crecen conjuntamente. Se trata de un árbol caducifolio procedente de China y norte de Vietnam, el ailanto (Ailanthus altissima), y de una hierba perenne, el pasto agrio (Oxalis pes-caprae), procedente de Sudáfrica, y que sólo se reproduce de forma adventicia, por estolones. También pudimos constatar la abundancia de aros (Arum italicum) en el suelo, a la sombra de los árboles del muro, y de aristoloquias (Aristolochia baetica), planta trepadora leñosa de hojas acorazonadas de la que se alimenta la mariposa arlequín (Zerynthia rumina).

En los terrenos del actual Parador de la Arruzafa se construyó previamente el Convento de San Francisco de la Arruzafa, más conocido entre los cordobeses como Monasterio de San Diego, que estuvo funcionando hasta la desamortización de 1836. Justo al pasar por la antigua entrada a dicho convento nos encontramos con Benjamín, el encargado del huerto, que además de invitarnos a pasar y a echar un vistazo al mismo nos regaló algunas hortalizas.

Pocos metros más adelante, en plena área ajardinada, nos encontramos con un rodal de grandes ailantos y almeces (Celtis australis) que rodean la entrada a una cueva que en su momento estuvo ocupada por ermitaños y que entramos a inspeccionar durante unos minutos. En esta zona ajardinada pudimos observar también varios pies de encina litoral o alsina (Quercus ilex subsp. ilex) para comentar las principales diferencias con la encina continental o carrasca (Q. ilex subsp. ballota = Q. rotundifolia), especie arbórea que posteriormente íbamos a ver en gran número para poder comprobar la gran variabilidad en la forma y tamaño de sus hojas.

El Patriarca, situado al norte de la ciudad y en la falda de Sierra Morena, esta no obstante conformado por rocas calizas…

En la primera parte de la visita por los terrenos de “El Patriarca” nos centramos en la presencia de un par de plantas exóticas invasoras, en la proximidad de las viviendas de la urbanización adyacente, ambas espinosas y procedentes del continente americano. Es el caso del cactus conocido con el nombre de chollas (Cylindropuntia tunicata) y del árbol denominado Espino de Jerusalén (Parkinsonia aculeata). Seguidamente observamos una serie de especies herbáceas indicadoras de un importante nivel de nitrificación del suelo, como es el caso de los cardos (Onopordum nervosum, Carthamus lanatus) y de las ortigas (Urtica membranacea) y nos detuvimos un rato a estudiar las peculiaridades de las inflorescencias y de la biología reproductora una especie de hierba perenne bulbosa muy abundante, que crece en rodales localmente muy densos: el candilillo (Arisarum simorrhinum). 
 
Se observan por transparencia pequeños puntos en esta hoja de la Ruda (Ruta graveolens) : se trata de las glandulas que producen los compuestos aromáticos tan típicos de estos vecinos de los cítricos.

En cuanto a las principales especies arbustivas se hizo hincapié en dos, en ambos casos con especiales adaptaciones en su sistema radical: la retama loca (Osyris alba) y la retama de bolas (Retama sphaerocarpa). La primera de ellas (con diferencia la más abundante de las dos) destaca por ser una planta hemiparásita, dotada de haustorios para obtener de otras plantas parte de los nutrientes que necesitan (el resto lo obtienen por fotosíntesis), y la segunda por tener la capacidad de fijar en el suelo el nitrógeno atmosférico, gracias a la presencia de nódulos de Rhizobium en sus raíces.

La flor de la Olivilla (Teucrium fruticans). En este género falta el pétalo superior, carácter muy visible en esta especie de flor grande.

Por último, en lo relativo a las especies arbóreas autóctonas se hicieron varias paradas para observar pies de encina (Quercus ilex subsp. ballota), acebuche (Olea europea var. sylvestris) y algarrobo (Ceratonia siliqua), y se comentaron las principales características de los mismos. En el caso de la encina nos detuvimos especialmente en un pie caracterizado por presentar unas hojas atípicas, muy estrechas y alargadas, con el borde liso. Con respecto al algarrobo se hizo alusión a que la población existente probablemente procede de la naturalización o asilvestramiento de antiguos cultivos llevados a cabo hace varios miles de años. Además, se observaron varios pies hembra con frutos incipientes, de unos 2 cm de longitud. También se hizo referencia a las diferencias entre olivos y acebuches, relativas sobre todo al tamaño de los frutos.

También existe un interés geológíco con la presencia de rocas conglomeradas

Tras recorrer una parte de la zona sur de “El Patriarca”, coincidiendo parcialmente con el sendero SL-A93, nos desviamos hacia el noroeste buscando el pequeño valle excavado por un arroyo temporal que nace al pie del Cerro de las Ermitas. Antes de adentrarnos en dicho arroyo hicimos varias paradas para observar arbustos, matas y lianas típicos de las etapas de sustitución de los encinares termófilos con acebuches y algarrobos sobre sustratos básicos (tomillares, jarales y coscojares-lentiscares): tomillo andaluz (Thymbra capitata), zamarrilla o tomillo macho (Teucrium capitatum subsp. lusitanicum), ajedrea de monte o té moruno (Micromeria graeca), jara blanca o jara estepa (Cistus albidus), matagallo (Phlomis purpurea), aulaga (Genista hirsuta), ruda (Ruta montana y R. angustifolia), espino negro (Rhamnus lycioides subsp. oleoides), coscoja (Quercus coccifera), lentisco (Pistacia lentiscus), esparragueras (Asparagus acutifolius y A. albus) y aristoloquia (Aristolochia baetica). En cuanto a los pastizales perennes típicos de esta serie de vegetación, durante el itinerario se observaron dos tipos, ambos dominados por gramíneas. Por un lado los cerrillares, herbazales graminoides dominados por el cerrillo (Hyparrhenia spp.) propios de suelos esqueléticos y afloramientos de calcarenitas; y por otro, los majadales, presididos por la gramínea cespitosa Poa bulbosa. En estos últimos destaca la abundancia de otras bulbosas como Moraea sisyrinchium (aún no estaba florecida) y de ranunculáceas perennes como Ranunculus bullatus (ya estaba pasada la floración, con alguna excepción puntual).

Sorpresa mayúscula: el descubrimiento de un árbol remarcable, un lentisco (Pistacia lenticus) de gran porte. Aqui se aprecia el tronco…

En la parte del recorrido paralelo al arroyo pudimos constatar la modificación de la vegetación existente (también influida por una litología diferente, calizas duras, lutitas y conglomerados cámbricos, así como por un relieve más abrupto). Por un lado, el encinar con acebuches y algarrobos se hace más denso, con copas prácticamente entrelazadas, y por otro comprobamos la existencia en el sotobosque de algunas especies arbustivas poco o nada representadas en las zonas llanas y más abiertas de “El Patriarca”, sobre terrenos calcareníticos miocénicos. Entre éstas pudimos observar varias especies de jaras y jaguarzos, como la jara negra o jaguarzo morisco (Cistus salvifolius) y la jara rizada (C. crispus), el rascaviejas (Adenocarpus telonensis), la olivilla (Teucrium fruticans), el mirto (Myrtus communis) y el lentisco (Pistacia lentiscus). Esta última especie es muy escasa en los encinares abiertos visitados en la primera parte de la ruta, y sin embargo en el entorno del arroyo se ha podido comprobar que es una de las especies dominantes en el sotobosque, al igual que el mirto. Esta última especie es especialmente abundante en las partes bajas de la ladera o en el propio cauce es muy abundante. Como curiosidad hay que destacar la presencia de un lentisco de porte arbóreo que no estaba previamente catalogado como árbol singular y que ha sido detectado en el transcurso de la visita. Además, en plena vaguada destaca la presencia de algunos pies de alcornoque (Quercus suber), debido al fenómeno de compensación hídrica edáfica. Precisamente la concurrencia de las dos especies parentales de Quercus arbóreos perennifolios (Q. ilex subsp. ballota y Q. suber) explicaba la presencia de un mesto de gran altura que fue observado creciendo en pleno cauce seco del arroyo.

… y la copa.

Ya en la cabecera del arroyo, y pocos metros antes de acceder a la denominada “Carretera de las Ermitas”, volvimos a tener contacto con varias especies exóticas invasoras. Una de ellas era el pasto agrio, que ya fue observado al inicio de la ruta. Las otras dos eran la chumbera (Opuntia ficus-indica) y la pita (Agave americana), ambas procedentes del continente americano.

La ruta, de unas cuatro horas de duración total y un recorrido de unos 3,5 Km, finalizó a eso de las 14:00, regresando al punto donde se inició caminando por la calle “Carretera de las Ermitas”.

Rafael Tamajón Gómez