Charla magistral a cargo de un cordobés entregado al conocimiento y la conservación de los anfibios.

Ricardo Reques nos dió un gran repaso de la historia de la humanidad, poniendo en evidencia numerosas culturas humanas de todas las épocas que tuvieron una estrecha relación con los anfibios como parte de sus mitos y quehaceres religiosos.

Como hombres del siglo XXI, y más, como occidentales, nos sorprende constatar la potencia de la simbología de las ranas y de los sapos. Por supuesto conocemos todos la asociación claramente desfavorable de los anfibios, sobretodo sapos y salamandras, con la hechizería de la Edad Media.
Pero Ricardo Reques no deja de sorprendernos con la presentación de una universalidad del «Anfibio» con un culto primigenio de la tierra-madre. Se puede buscar sus rastros supervivientes en diferentes obras de artes y en nuestros propio alfabeto; siendo quizás las representaciones de híbridos «mujer-rana» las más espectaculares.

Esta situación surge en gran medida porque nuestros antecesores, dentro de sus limitaciones entendibles, eran observadores atentos de sus entornos y a fin de cuenta buenos naturalistas. No tenían cuadernos de campo para anotar sus observaciones, pero sí, incorporaron, desde edades muy tempranas, los elementos más característicos de la biología de los anfibios en sus sistemas cosmogónicos.

A través de ejemplos concretos desde el neolítico europeo, la cultura del Antiguo Egipcio o de la Grecia clásica, recordando a la vez los paralelismos existentes con las culturas suramericanas o la pintura del Bosco, como resumen de los sistemas de valor cristianos, nuestro ponente descifró varias simbologías. La observación del ciclo complejo -acuático para las larvas y terrestre para los adultos- de los anfibios, condujo al mito de la metamorfosis y de la regeneración; la elevada tasa de fecundidad de numerosas especies de sapos y ranas tuvo una clara apropiación cultural como símbolo de la fertilidad; la vida obligatoriamente ligada al medio acuático, al menos en la fase de reproducción, favoreció un vínculo muy fuerte con la lluvia; y la producción de sustancias pegajosas de las pieles glandulosas pudo asociarlo a venenos, drogas y rituales. Recordar que estos caracteres son propios de los anfibios y no se encuentran en otros vertebrados.

Posiblemente, los anfibios fueron mucho más abundantes en el pasado, cuando numerosos humedales no eran desecados y debía existir un sinfín de charcas temporales, cuando los bosques eran más extensos y conformaban buenos hábitats para los sapos y las salamandras. Nuestros antepasados tendrían entonces contactos mucho más estrechos con los anfibios que en la actualidad y los incluyeron en sus creencias. Lo que pudimos sentir con la charla, es que la conservación de estos animales, tan amenazados a escala global, cobra una importancia cultural bastante más insospechada que lo previsto. Los anfibios fueron un punto de mira importante en el pasado para entender el mundo; tendríamos que devolverles el favor hoy en día.

(Florent Prunier)